LECCIÓN N° 8 – SÁBADO 21 DE NOVIEMBRE DE 2020
Mateo 6: 7
“Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”
La oración es el oxígeno de los hijos de Dios. Sin ella, nuestra vida espiritual se seca y finalmente, puede llegar a desaparecer. Jesús nos quiso enseñar que este acto de hablar con Dios, debe ser un encuentro tan íntimo y tan natural, que, al hacerlo, no necesitemos crear una especie de monólogo o discurso para que él nos atienda.
A través de esta lección, descubriremos que lo que Jesús nos enseña en esta parte del sermón del monte, no sólo es que “debemos orar”, sino más bien, la actitud que debemos tener al hacerlo.
Está claro que la intención de Jesús no fue resolver el problema de que sus discípulos “no oraban”, sino que su anhelo fue enseñarles cuál debe ser la “verdadera intención y la manera” de hacerlo. Por tanto, podemos tener mucha oración, pero si la actitud de nuestro corazón no es la correcta, estamos tropezando con la misma piedra que la de los judíos.
1. ¿Cuál era la actitud de los judíos ante la oración? ¿Qué buscaban por medio de ella? Mateo 6: 5
Jesús no tenía que mandar a sus discípulos a orar, pues el orar era una práctica común de los judíos. Ellos oraban normalmente tres veces al día, por lo tanto, no tenía que mandarles a orar, pero tuvo que mandarles a “no orar como los hipócritas”.
No es tan importante el hecho de que ellos orasen en tal o cual lugar, o de pie. Hay oraciones en la calle y en la iglesia que agradan a Dios. El énfasis está puesto sobre “la intención y la manera” de su oración. Los hipócritas amaban los lugares “principales” y donde había más personas para que éstas admiraran su consagración y “religiosidad”. No solamente oraban en la calle, sino que marcaban el paso para llegar a la esquina de las calles más importantes justo cuando era la hora establecida para orar.
Nota
2. ¿Cuál es el consejo de Jesús con respecto a la actitud correcta que debemos tomar frente a la oración? Mateo 6: 6
No hay fórmula alguna, todo se resume en tres palabras: “intimidad con Dios”. Casi todos tenemos cosas que vacilamos en compartirlas con nuestros más íntimos amigos. Por eso Dios nos invita a ir a él por medio de la oración privada, para aliviar nuestras cargas. El conoce mejor que nosotros nuestros temores secretos y nuestros motivos y pensamientos ocultos. Pero necesitamos abrirle nuestro corazón. La sanidad del alma comienza cuando Jesús puede tocar nuestras heridas y esto se hace en secreto.
Como lo vimos en lecciones pasadas, Jesús se apartaba a lugares solitarios y allí oraba a su Padre. A diferencia de los líderes religiosos de su día, no oraba para ser visto por los hombres. Oraba porque disfrutaba del compañerismo con su Padre. Por otro lado, los hipócritas logran su recompensa a través de las oraciones en público. Seguramente cuando estaban orando, las personas los consideran verdaderos gigantes espirituales, pero cuando terminaban de orar, recibían todo lo que su oración produjo: admiración de los hombres.
NOTA
¿Cuál es la práctica ineficaz que Jesús condena y por qué lo es? Mateo 6: 7, 8
Ya Jesús había condenado las prácticas hipócritas de los judíos para agradar a los hombres, ahora Jesús vuelve a enseñar una práctica completamente ineficaz y que Dios no acepta: la vana repetición.
Jesús explica por qué tal práctica es vana e innecesaria. La razón es que oramos a un Dios que ya sabe todo y que está predispuesto a oírnos y socorrernos.
Ante este valioso consejo de Cristo, podemos rescatar importantes aclaraciones:
Jesús no prohíbe repetir una oración. Él mismo oró en el Getsemaní tres veces esencialmente la misma oración (Mateo 26: 39 – 44).
También alabó la persistente oración de la viuda. No nos cansemos de la oración. (Lucas 18: 1 – 8).
El apóstol Pablo oró tres veces para que Dios quitara “el aguijón en la carne” (2° Corintios 12: 7, 8). El número tres probablemente debe entenderse no en el sentido estrictamente literal, sino como “muchas veces”.
El énfasis en las palabras de Jesús no recae sobre “repeticiones”, sino sobre “vanas”, palabras sin sentido y vacías.
El hecho de que nuestro Padre sabe de qué cosas tenemos necesidad antes que las pidamos (v. 8) no significa que no debemos expresar nuestras necesidades. Por lo contrario, el hecho de que oramos a un Dios que ya sabe todo, debe ser un fuerte estímulo para orar más frecuentemente y con más confianza.
CONCLUSIÓN